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El 28 de junio de 1969 la policía de Nueva York atacó el bar gay Stonewall Inn. La “justificación” de dicho ataque fue que el bar no tenía las licencias adecuadas para vender licor, sin embargo todo apuntaba a un acto más del continuo acoso a las personas homosexuales por parte de los cuerpos policiacos.
El 2 de noviembre de ese mismo año se reunieron en Philadelphia Craig Rodwell, Fred Sargeant, Ellen Broidy y Linda Rhodes como parte del Eastern Regional Conference of Homophile Organizations (ERCHO) y organizaron la primera marcha, misma que se llevó a cabo en NuevaYork.
Durante ese mismo fin de semana hubo marchas en varias ciudades y
gracias a ello la visibilidad gay está cada vez más presente en casi todo el mundo. Este movimiento pretende ser un recordatorio anual para la sociedad, para que cada vez el mensaje llegue a un mayor número de personas, sea más relevante y abarque los ideales con los que estamos comprometidos: el de nuestros Derechos Humanos fundamentales.
Aunque han pasado 42 años desde aquel parte aguas, lo cierto es que la lucha por los Derechos Humanos de la comunidad gay y contra la homofobia sigue en la agenda. Seguimos viendo cómo personas LGBTQ son asesinadas, desaparecidas y esta discriminación es incluso avalada y promovida por diferentes grupos religiosos, iglesias y gobiernos de todas las latitudes.
Muchos grupos conservadores que están en contra de la marcha y
desconocen su origen y sentido propagan información errónea entre sus miembros y desvirtúan el sentido real. Hacen alusión constante a la vestimenta y a la simple palabra orgullo dejando relegada la noción de libertad, equidad e igualdad de derechos.
Pero hay cosas rescatables y una de ellas es que el World Congress se hace oír a través de muchas organizaciones en varias partes del mundo. La visibilidad de las marchas se acompaña de panfletos con información que pretende contrarrestar la repetición de dogmas y estereotipos provenientes de la ignorancia. Comunidades enteras se informan cada vez más sobre Género y Sexualidad y aprenden que los individuos son mucho más que su orientación sexual. En estos espacios la diversidad es respetada y apreciada e incluso es capaz
de manifestarse en contra de la homofobia con acciones muy concretas. Tal es el caso de la Corte Europea de Derechos Humanos, organismo que ha lanzado normas importantes en contra de la propaganda “antigay” que circula en Rusia y Chechenia como parte de las leyes contra la comunidad LGBT; casi por unanimidad –con excepción del juez ruso- votaron que la ley de Putin es discriminatoria y establecieron que Rusia debe pagar a los
activistas por los daños causados. Y así como este caso encontramos que cada vez más personas incluyentes se comprometen en la política: la primera ministra de Serbia, Ana Brnabic; Leo Varadkar en Irlanda; el primer ministro de Luxemburgo –Xabier Bettel-,
quien presentó a su esposo Destenay Gauthier en la reunión de cónyuges de la OTAN; el juez de la Suprema Corte de Nueva York, Paul G. Feinman, primer juez abiertamente gay elegido en Estados Unidos, entre otros.
Queda mucho por hacer. No hay duda de ello cuando nos enteramos de casos como el que se vivió en Estambul, donde todos los participantes de la marcha fueron reprimidos con balas de goma. O al saber que en el país cuyo lema es Land of the Free una de las enmiendas más importantes –la libertad de expresión- fue pisoteada por los organizadores del Chicago’s Dyke March cuando tres participantes judías de la comunidad LGBT fueron expulsadas
por portar la bandera del arco iris con el Maguen David en ella. Los
organizadores no se disculparon e incluso argumentaron que las banderas hacían que la gente se sintiera insegura pues la marcha era “antisionista”.
Con estos ejemplos vemos que aún hay muchos países donde las personas LGBT son acosadas, anuladas y reprimida su capacidad de expresión; la marcha de Chicago y en específico sus organizadores han olvidado la lucha de todos para ser libres de expresar la religión y la orientación sexual. No podemos olvidar que son los mismos judíos quienes han salido a las calles a manifestarse en contra de la exclusión de que son víctimas, de la persecución por parte de los países islámicos, donde el único lugar de refugio son los grupos LGBT seculares. No se debería comparar el ondear la bandera palestina -que es un símbolo territorial- con portar una bandera con los colores del arco iris que distingue la lucha por romper con dogmas religiosos.
No debemos olvidar y no podemos dejar que incidentes como estos vuelvan a presentarse. Lamentablemente cuando se juntan la ignorancia y la falta de empatía el resultado son acciones de este tipo.
Pero estamos en junio y el mundo se une: ¡ORGULLO Y LIBERTAD PARA TODOS!